Ruiz Zafón o la fórmula del éxito

By BAS editor Alfredo Benito

Daniel, bienvenido al Cementerio de los Libros Olvidados

Aún conservo en algún rincón de la memoria ese fragmento del fenómeno editorial La sombra de viento en el que el padre de Daniel Sempere sumergía al lector en ese espacio mítico que entonces muchos desconocíamos se convertiría en una tetralogía más que exitosa.

Admito que siempre tuve cierta alergia a los libros “superventas”. Al igual que los lugares turísticos infectados de gente con cámara al cuello o de los reality televisivos que exhiben las miserias morales y mentales del ser humano, trato de huir cual gato escaldado de cualquier evento que consiga poner de acuerdo a la masa.

Quizás por ello, me sentí afortunado por haberme tropezado con el libro franquicia de Ruiz Zafón antes de la avalancha de elogios. Como diría en su momento el ex ministro de exteriores alemán, Joschka Fischer: “si empiezas a leer esta novela, no la dejas hasta terminar”. Y honestamente, eso es lo que hice, no parar hasta terminar de devorar una historia que reunía todos los ingredientes de la literatura “fácil de consumir” -la intriga, el punto justo de fantasía e imaginación, la acción trepidante, personajes fácilmente identificables- pero con el añadido de unos diálogos afilados, una cierta complejidad en las tramas, su pequeña dosis de metaliteratura y una descripción cuasi cinematográfica de la ciudad de Barcelona.

Reunir en torno a un libro a lectores habituales y a no lectores solo se consigue con talento. No en vano, estamos hablando del escritor español más leído en el mundo solo por detrás de un tal Miguel de Cervantes. Traducido a las principales lenguas, publicado en 50 países y leído por más de 25 millones de personas, La sombra del viento (2001) supuso el último gran milagro editorial español.

En un país con uno de los índices de lectura de Europa más bajos, el éxito de Zafón tuvo aún más mérito. El mérito de atraer a esa parte de la población que nunca lee. Al contrario que en Londres, no era habitual en el metro de Madrid ver a gente leyendo. Con Ruiz Zafón, los vagones se llenaron de narices pegadas al papel.

Si uno repasa su trayectoria, parece que todo estaba planeado desde el principio en la ordenada cabeza de Ruiz Zafón. Sus primeros pasos en la literatura juvenil allanaron el camino de lo que sería después su salto a la literatura adulta. Ya en su primera novela, El príncipe de la niebla (1993), asoma ese mundo tan particular repleto de fantasía, romance y aventuras: el cóctel perfecto para un adolescente que quisiera acercarse al universo de la lectura. Precisamente su última obra juvenil, Marina (1999), alabada por la crítica, parece pensada como precuela de su exitosa tetralogía. Las listas de lectura de los institutos en España le deben mucho al gran Zafón.

Honestamente y siendo crítico, me temo que muchos coincidirán conmigo en que a medida que la saga de los Sempere, Carax, Aldaya y compañía avanzaba, el producto iba menguando en interés y quizás también en calidad. El fuerte aroma a Dickens en sus novelas y un quizás excesivo protagonismo de la ciudad de Barcelona en lo que parecía ser casi la creación de un nuevo subgénero, el turismo literario, “cansaron” algo al lector no fanático de Ruiz Zafón. El auténtico fan, sin embargo, se quedaba extasiado leyendo anécdotas tan curiosas como la relativa a la foto de portada -del gran fotógrafo Catalá-Roca- de La sombra del viento. Tan bien conocía Ruiz Zafón su ciudad que nada más verla comentó: “esa farola no puede ser Barcelona”. Y en efecto la foto mostraba una estampa callejera de Madrid.

La historia de Carlos Ruiz Zafón se aleja del tópico del escritor. Periodista de formación, publicista en sus inicios y con alma de guionista de cine. Algo que se refleja de forma nítida en su buen ojo para los diálogos en todas y cada una de sus obras. Paradójicamente, los múltiples cantos de sirena que recibió del mundo del cine para llevar sus trabajos a la pantalla – ¿Quién no ha visualizado a muchos de sus personajes, muchas de sus tramas y muchos de los escenarios que describe? – acabaron en nada debido a la rotunda negativa del autor al respecto.

Fruto quizás de su coherencia vital el escritor barcelonés se mudó muy pronto a la ciudad del cine: Los Angeles. Allí le alcanzó la muerte el pasado 19 de junio a los 55 años a causa de un cáncer de colon contra el que venía luchando los últimos años.

Como buen escritor, ya de culto, Zafón tendrá el homenaje póstumo literario que merece. El próximo 17 de noviembre su editorial, Planeta, publicará La ciudad de vapor, un volumen de relatos cortos, algunos inéditos y otros ya publicados en diarios y revistas de prestigio como El País, el New York Times o La Vanguardia.

Si hacemos caso a uno de sus personajes principales, Daniel Sempere, “un libro es un espejo y solo podemos encontrar en él lo que ya llevamos dentro”. Nos queda la pena de no poder seguir mirándonos en los reflejos futuros del espejo de un Carlos Ruiz Zafón que en estos tiempos de tecnología punta fue capaz de parir el ¿último? gran milagro editorial de la literatura española.