
By William Chislett – Investigador senior asociado del Real Instituto Elcano
Mi Microhistoria de España es fruto de mi larga relación con el país.
Yo llegué a España cuando era aún un joven periodista en 1974, el año antes de que muriera el entonces dictador, el general Franco. Mi intención era pasar una breve temporada enseñando inglés en Madrid y regresar a mis labores periodísticas en Gran Bretaña, pero, en vez de ello, y por influencia de mi entonces novia (y hoy esposa) y de mis amigos españoles, me quedé un poco más. Según un chiste que circulaba desde hacía tiempo por aquel entonces, miles de españoles tenían un dedo índice más corto de lo normal de las muchas veces que habían repiqueteado con él en la mesa o mesita que tenían más a mano para enfatizar cada año su esperanza de que ese en concreto fuera el último de vida de Franco.

Cuando finalmente falleció, en 1975, a los ochenta y dos años de edad, España, un rincón periférico y relativamente atrasado del sur de Europa, apenas conocido más que por su turismo de masas, las corridas de toros, el flamenco, la siesta y su dictador, pasó de la noche a la mañana a ser un foco central de la atención internacional ante los temores de que el país pudiera sumirse en una nueva guerra civil.
Volví al periodismo después de que Harry Debelius, veterano corresponsal en Madrid del Times de Londres, me contratara como colaborador suyo. Fueron tres años muy intensos durante los que entrevisté a muchos de los protagonistas clave de la transición a la democracia, incluido el rey Juan Carlos. El monarca, a quien los comunistas, por mal nombre, apodaron «Juan Carlos el Breve» cuando accedió al trono, pues preveían que pronto sería barrido de la escena política junto con los demás vestigios del régimen franquista, recordó durante nuestro encuentro un chiste que se contaba sobre él. «¿Por qué me coronaron en un submarino? Porque en el fondo no soy tan tonto». Y desde luego que no: ni en el fondo ni en la superficie, a juzgar por su papel en la admirablemente tranquila transición a la democracia que tuvo lugar durante esos años (la primera saldada con éxito en la turbulenta historia de España) y que se convertiría en una especie de modelo para los países latinoamericanos y para los excomunistas.

En el otro extremo del espectro político, también entrevisté (en el club de golf de Biarritz, en su «santuario» del suroeste de Francia) a José Miguel Beñarán Ordeñana (alias «Argala»), miembro del comando de la organización independentista violenta vasca ETA que detonó una bomba en diciembre de 1973 al paso del coche del almirante Luis Carrero Blanco, que era, a sus setenta años de edad, el presidente del Gobierno y previsible heredero político de Franco.
En 1976, mi esposa y yo habíamos comprado una casa en ruinas en un vetusto pueblo de Castilla-La Mancha, en la región donde transcurren las andanzas del protagonista de El Quijote, de Miguel de Cervantes. El lugar carecía de instalaciones de agua corriente, no tenía casi ninguna calle asfaltada y su escuela de primaria estaba muy deteriorada. Para hacer una simple llamada telefónica había que pasar por una operadora que era hija de uno de los dueños del bar de la localidad, y el quiosco más cercano donde comprar un periódico estaba a 17 kilómetros de allí. Hoy hace ya muchos años que tenemos agua corriente, que todas las calles están asfaltadas, y que disponemos de centralita telefónica automática, así como también de internet, un moderno centro de educación de primaria y un ambulatorio. En la distancia, sobre uno de los cerros que delimitan el extenso embalse que hay junto al pueblo, veinticinco turbinas eólicas de cien metros de altura que presiden el paisaje como si fueran una versión moderna de los molinos de viento gigantes contra los que luchaba Don Quijote en la novela generan electricidad. En la actualidad, España es el segundo mayor productor mundial de energía eólica por detrás de Alemania.
España se ha transformado en muchos sentidos. Pero sorprende lo poco que se conoce aún de este país (la cuarta mayor economía de la eurozona y la decimotercera del mundo) tanto dentro como fuera de sus fronteras más allá de sus estereotipos, que perviven pese a su profunda discordancia con la realidad.
La percepción sobre España ha cambiado poco desde entonces. ¿Cuántas personas, por ejemplo, saben que muchos británicos actualmente hablan por teléfono, encienden la luz, realizan gestiones bancarias, viajan en metro, vuelan desde algunos aeropuertos, abren un grifo o tiran de la cadena del retrete gracias a empresas españolas que han adquirido compañías que prestan esos servicios en el Reino Unido? Los españoles también tienen una esperanza de vida mayor que la británica.

También las actitudes morales han experimentado un cambio radical. A mi esposa y a mí nos impidieron alojarnos en un hotel en Ávila en 1974 porque no disponíamos de un «Libro de familia» que atestiguara que estábamos casados. Lo cierto era que lo estábamos, pero ninguna de nuestras quejas de que ningún documento parecido a ese se emitía en el Reino Unido para los matrimonios británicos sirvió para nada.
Hoy España es un Estado aconfesional y la Iglesia católica ha perdido buena parte de su poder y su influencia; y en el ámbito de la moral, España es un lugar tan liberal como otros países europeos (cuando no más permisivo que ellos incluso). En 2005, España pasó a ser el cuarto país del mundo donde se legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, un hito nada desdeñable si tenemos en cuenta que el franquismo encarcelaba a las personas homosexuales.
El libro procede por orden cronológico en el formato de preguntas y respuestas, y va desde los tiempos de los fenicios hasta la actualidad más reciente, incluyendo:
- ¿De donde viene el nombre de España?
- ¿Cuál fue el legado de la presencia musulmana entre 711 y 1492?
- ¿Por qué España entró en decadencia en el siglo xvii?
- ¿Qué clase de dictadura instauró Franco?
- ¿Cómo se logró la transición a la democracia?
- ¿Qué impacto tuvo el ingreso en la Comunidad Económica Europea?
- ¿Cómo se convirtió España en uno de los países más progresistas en cuestiones sociales y morales?
- ¿Hacia dónde vamos?
Se concentra especialmente en los últimos ochenta años. Así permite que los lectores aprecien mejor el progreso de España a lo largo de los siglos (una evolución en ocasiones caracterizada por un paso adelante y dos atrás) y comprendan más a fondo aquellos aspectos de la historia del país que mejor ayudan a explicar tensiones o conflictos políticos relevantes en la actualidad. Debido al carácter comprimido de este libro, apenas si puede llegar a penetrar más allá de la superficie de la cuestión, pero humildemente me conformo con que anime al lector a seguir ahondando en ella.
España ha enterrado muchos de los fantasmas de su pasado autoritario reciente, pero no todos ellos. Su sistema democrático es muy dinámico, si bien la clase política ha perdido entre la ciudadanía el lustre del que gozara durante la Transición de 1975-1978, cuando el consenso fue la consigna y el espíritu que guid sus acciones.

El descontento generalizado con los dos principales partidos, el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), nació en buena medida de la profunda recesión que siguió al estallido de una ingente burbuja inmobiliaria en 2008 y a la crisis financiera internacional.
La espectacular caída en el sector de la construcción fue la principal causa de que se disparara la tasa de desempleo española hasta el 26 por ciento en 2013, más del doble que la tasa europea media. La recesión, las políticas de austeridad que la siguieron y las revelaciones de extendidas corruptelas en la ya desacreditada clase política del país sacudieron los cimientos económicos, políticos, institucionales y sociales españoles después de lo que había sido un prolongado periodo de estabilidad.

El dominio de los socialistas y los populares quedó tocado en las elecciones generales de diciembre de 2015, cuando dos partidos nuevos, Ciudadanos y Podemos, obtuvieron escaños en el Congreso por vez primera. Otro partido, el ultraderechista Vox, irrumpió también en el escenario político nacional en 2019.
Entre diciembre de 2015 y noviembre de 2019 se han celebrado cuatro elecciones generales, una cifra récord para un país de la Unión Europea. El líder socialista Pedro Sánchez fue investido presidente en enero de 2020, tras ocho meses de interinidad, por la mayoría parlamentaria más ajustada en cuarenta años, al ser respaldado por 167 diputados frente a 165 noes, con 18 abstenciones. El suyo es el primer Gobierno central de coalición en España desde la Segunda República (1931-1939), constituido por ministros del PSOE y de Unidas Podemos, formación de izquierda más radical.
Mientras tanto, el ímpetu del independentismo catalán no ha mostrado síntomas de amainar. El Tribunal Supremo condenó en octubre de 2019 a nueve líderes separatistas a entre nueve y trece años de cárcel por su participación en la organización de un referéndum ilegal sobre la secesión de Cataluña en 2017 y por la consiguiente declaración unilateral de independencia. Fue la más grave crisis institucional vivida por el país desde el fallido golpe de 1981.
España se ha enfrentado a muchos desafíos que solo han podido ser afrontados de verdad cuando los políticos han aparcado sus diferencias para trabajar por el bien del país en su conjunto. Ojalá sepan recuperar el consenso que caracterizó a la política española durante la Transición.