Clara Riveros
Gustavo Petro es un político colombiano de 62 años y el candidato presidencial que representa las tendencias y corrientes de izquierda agrupadas en el Pacto Histórico.
Petro es reconocido como gran opositor y orador. Adicionalmente, ha sido notable como senador. Desde esa posición denunció la corrupción en el manejo de diferentes asuntos y bienes públicos, fue un duro opositor del entonces presidente y populista de derecha conservadora, Álvaro Uribe, así como de los vínculos de políticos municipales, regionales y nacionales, senadores y representantes, con paramilitares y narcotraficantes. Esas denuncias hicieron que miembros de su familia tuvieran que exiliarse porque sus vidas corrían peligro.
Meses atrás, el podcast de The Washington Post –El Post– destacó que el colegio del frío municipio cundinamarqués de Zipaquirá donde estudió Gustavo Petro estaba regentado por curas franquistas anticomunistas, lasallistas, y fue allí donde ese joven costeño y caribeño habría empezado a forjar su ideario, imbuido por la teología de la liberación.

El político tiene formación de economista, es egresado de la Universidad Externado de Colombia, una de las universidades privadas más importantes del país, cuenta con una especialización en Administración de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) y aunque inició estudios de doctorado en Nuevas Tendencias en Administración de Empresas, por la Universidad de Salamanca, este doctorado está inconcluso.
Petro ha definido a la oligarquía colombiana como sectaria, atrasada, feudal y asesina. Públicamente se reconoce como gran admirador del expresidente chileno Salvador Allende y, al parecer, los acontecimientos que desembocaron en la dictadura de Augusto Pinochet, incidieron o determinaron su forma de ver y de percibir a los Estados Unidos, según registró El Post.
La lectura crítica de la realidad colombiana que mantiene Petro sobre diversos actores y eventos, no obstante, parte de un entendimiento sesgado y amañado de la Historia. No es usual oír del candidato una aproximación crítica en torno a la combinación de todas las formas de lucha, postura avalada hace décadas por considerables segmentos de la izquierda legal e ilegal. Tampoco se le reconoce por la agudeza al cuestionar los ingentes esfuerzos de la izquierda armada para lastrar el desarrollo económico y desestabilizar la democracia colombiana durante medio siglo. Menos aún por reconocer el papel que han desempeñado las guerrillas en el devenir histórico conflictivo del país. Ni hablar de abordar la incidencia del secuestro (un mecanismo utilizado por las guerrillas para financiarse que fue soslayado por la izquierda), responsable de la emergencia de los grupos paramilitares escorados a la extrema derecha.

Algunos datos útiles: Gustavo Petro se sumó a la guerrilla M-19 cuando tenía 17 años. Esa guerrilla surgió tras el fraude electoral del 19 de abril de 1970. La elección cuestionada le arrebató el triunfo al otrora dictador y expresidente, católico, populista y bolivariano, general Gustavo Rojas Pinilla. El M-19 tuvo una fuerte incidencia e influencia religiosa. No fue una organización guerrillera marxista leninista. El M-19 era una guerrilla urbana, bolivariana, nacionalista y populista. Sus integrantes, los liderazgos visibles, eran jóvenes de clases media y alta que en varios casos recibieron educación confesional católica, incluso hubo quienes se formaron bajo la impronta jesuita.
El guerrillero adolescente se convirtió en ‘Aureliano’, en honor al personaje de Cien años de soledad, la célebre obra literaria de Gabriel Garcia Márquez. Durante algún tiempo, el joven Petro combinó todas las formas de lucha: hizo política legal y fue funcionario a la par de su accionar ilegal y subversivo. Después se decantó por la lucha total contra el Estado. Años más tarde, ya desmovilizado, dicen que participó del proceso constituyente que llevó a la promulgación de la Constitución de 1991. Algunos observadores de ese proceso indicaron que Gustavo Petro no hizo parte de la Constituyente de 1991 y, en ese sentido, el político habría mentido en la solapa de su libro (Una vida, muchas vidas). No hay que olvidar que Petro representa actualmente una de las corrientes políticas que quiere redactar una nueva Constitución a medida.
Su discurso es anti establecimiento, pero ello no le impidió ser funcionario del Estado, unas veces nombrado o designado, y otras como político electo (representante, senador o alcalde). Desde los años noventa, Gustavo Petro ha estado vinculado a la política legal y al establecimiento.

En 2010, Petro lanzó su primera candidatura presidencial, pero el crecimiento del centro relegó sus posibilidades y no obtuvo los resultados esperados. En 2012 se convirtió en alcalde de Bogotá y, aunque fue destituido por el procurador Alejandro Ordóñez (un fundamentalista católico y lefebvrista cuyo nombramiento fue apoyado por el congresista Gustavo Petro), tras la destitución, el entonces alcalde impugnó el fallo en instancias internacionales y la CIDH le otorgó medidas cautelares, gracias a ello logró culminar su gestión. Petro reaccionó a su destitución acusando al procurador de fascista y de darle un ‘golpe de Estado’.
Al término de su mandato el alcalde Gustavo Petro tenía un 70% de desaprobación. La gestión de Petro como alcalde de la capital colombiana, el segundo cargo de elección popular más importante del país, generó muchas críticas y mostró las fisuras al interior de su movimiento. Algunos de sus correligionarios más notables lo abandonaron y hablaron públicamente de su mesianismo y autoritarismo. Sus credenciales e idoneidad en términos de gestión y administración de la ciudad se vieron cuestionadas por políticos, opositores, copartidarios y por los medios de comunicación.
Una de las genialidades progresistas, siendo alcalde de Bogotá, fue la gran innovación al estilo islamista de los iraníes, una política de segregación sexual en el transporte público, pero utilizando lenguaje reivindicativo. La medida fue aplaudida por sectas religiosas y sus respectivas fuerzas políticas. Sus simpatizantes y electores la cuestionaron severamente y la administración siguiente la deshizo en breve. Siendo el líder político de la izquierda progresista, Petro ha sido firme al respaldar a algunos correligionarios implicados en denuncias por violencia de género y violencia intrafamiliar. Estos hechos provocaron que varias mujeres de su movimiento tomaran distancia.

Un Petro excesivo y amante del balcón llegó a compararse con el caudillo liberal y líder populista Jorge Eliecer Gaitán, asesinado el 9 de abril de 1948. En alguna ocasión le espetó a Mario Vargas Llosa, un poco en tono jocoso, que el escritor peruano tuvo alguna cuota de responsabilidad en su conversión guerrillera ya que tras la lectura de Conversación en la Catedral se hizo revolucionario.
Al obtener el segundo lugar en la elección presidencial de 2018, Petro obtuvo un escaño en el Senado. Se posesionó el 20 de julio de 2018 con la idea fija de presentarse a la elección presidencial que se definirá en breve. Desde el Legislativo se ha caracterizado más por impulsar la movilización social contra el gobierno Duque y la alcaldesa Claudia López, que por jugar el mismo rol que lo dio a conocer en el Congreso en las anteriores legislaturas, según se extrae del perfil del candidato publicado por La Silla Vacía.
Petro se presenta ante el electorado como el líder no contaminado por el establecimiento, pero su dilatada trayectoria política y algunos asuntos turbulentos, han mermado la pretendida imagen de líder político puro e impoluto. En 2018, en un debate en el Congreso, la senadora uribista Paloma Valencia mostró un video de 14 minutos en el que, en 2005, Petro aparecía contando billetes que luego depositó en una bolsa de papel “como si fuera un mafioso”. Sus explicaciones fueron contradictorias. “Primero dijo que se trataba de un préstamo del arquitecto Simón Vélez, quien negó haberle prestado dinero; después dijo que se trataba de una colecta de fondos para su campaña. Es un episodio que aunque quedó en manos de la justicia seguramente solo tendrá repercusiones sobre su imagen de adalid anticorrupción”, indicó el medio citado.
Hace unos meses, el académico Gustavo Duncan lo llamó trompetista del apocalipsis y recordó que el candidato tiende a defender con vehemencia sus aseveraciones sin importar que estas sean falsas o que no se correspondan entera o estrictamente con la realidad: “reconocer el error llevaría al debilitamiento de su mensaje general”.

El analista colombiano agregó que el mensaje de Petro toma elementos del discurso apocalíptico católico, extrapolados naturalmente a una dimensión terrenal, y plantea que “la sociedad va por el sendero equivocado, víctima de falsas creencias y ambiciones y de la codicia de sus líderes. Como consecuencia, el apocalipsis es inevitable, al igual que el regreso de Dios a traer orden. No es casual que Petro actúe, entonces, como trompetista del apocalipsis”. Petro asume el rol de gran líder, conductor y casi Dios. Es él quien se va a encargar de corregir el rumbo equivocado de Colombia y conducirla por un “nuevo camino”. “Delirios no le faltan”.
Duncan también dejó claro que la eventual llegada de Petro a la Casa de Nariño amenaza la institucionalidad y las formas democráticas: “supone unas fracturas demasiado grandes para mantener el diálogo democrático. No son acuerdos sobre las grandes decisiones del país, que llegan a un punto medio donde se ponderan los intereses y las fuerzas políticas, sino choques con la visión del mundo de alguien que, más que electo, se siente el elegido”.
Hay cuestiones fundamentales de la vida democrática, como los límites al poder y la Constitución que la izquierda colombiana conoce, comprende bien y reivindica haciendo oposición. Sin embargo, las olvida rápidamente cuando quiere gobernar y hacerse con el poder.
Clara Riveros, Colombia, 1984. Politóloga, analista política y autora. Ha vivido entre América Latina y el Norte de África. Sus libros abordan aspectos relacionados con populismos, totalitarismos, revoluciones, dictaduras, estados confesionales, regímenes autoritarios y la cuestión de las libertades a lado y lado del Atlántico.
En Twitter: @CLARARIVEROS