El lince ibérico: peligro y conservación

By Victoria Reid

La Península Ibérica es el hogar de la criatura ilusoria y hermosa, el lince ibérico. Conocido por los copetes característicos de pelo negro que coronan las puntas de sus orejas, y una “barba” blanca que rodea su mandíbula.

Divergió de su especie hermana, el lince euroasiático, hace unos 2500 años. Vivir en la Península ha significado que el lince evolucionó para tener un cuerpo más pequeño, al igual que tener un comportamiento de caza más delicado, ya que a su llegada a la Península, los conejos fueron la fuente de alimento más prominente.

A principios del siglo diecinueve, el lince ibérico fue distribuido generosamente en poblaciones grandes por todas partes de España, Portugal y el sur de Francia.

Sin embargo, el número del lince disminuyó radicalmente durante la segunda mitad del siglo veinte.  Para principios de la década de los sesenta, se restringieron a una zona de sólo 57,000 kilómetros cuadrados en el sur de España (equivalente al 10 por ciento de la superficie de España) y a una población de entre 4,000 y 5,000 individuos.

Este efecto continuó de manera exponencial, hasta el punto de que, al comienzo del siglo veintiuno, solo había dos poblaciones reproductoras, aisladas en Andalucía (en Doñana y Andújar específicamente). Se alojaron 400 linces en estas poblaciones aisladas en el año 2000; luego 200 linces en 2002; y en marzo de 2005, la población totalizó poco menos de 150 individuos – una cifra sorprendentemente baja, y que se desplomaba rápidamente.  No es de extrañar que, durante esta época, se consideró el lince ibérico como la especie felina más en peligro de extinción: el UICN lo incluyó en su lista roja “en peligro crítico” en los años 2002, 2006 y 2008.

Un descenso curioso y catastrófico de una especie que antes era floreciente y dominante: ¿qué provocó que la población del lince ibérico cayera tan drásticamente?

El contribuyente más significativo vino en forma de dos enfermedades que diezmaron la fuente principal de alimento del lince: el conejo europeo. En 1952, un médico francés expuso deliberadamente a los conejos que venían a su jardín a una enfermedad específica del conejo llamada “myxomatosis”. Esperaba que controlara a aquellos herbívoros que se comían su lechuga. La enfermedad se extendió por toda la población de conejos y, al llegar a España unos años después, mató al 95% de los conejos del país.

Para colmo de males, la Enfermedad Hemorrágica Viral asoló la población de conejos españoles una vez más en 1988. Esta enfermedad se observó por primera vez en China, en 1984, pero sus orígenes se desconocen. Mientras que otros depredadores, tales como tejones y zorros, fueron capaces de adaptarse a la pérdida de una de sus fuentes de comida por alimentarse de otros mamíferos pequeños, el lince, cuya forma corporal y comportamiento de caza son el resultado de su adaptación evolutiva a la caza de conejos, efectivamente se murieron de inanición.

Acciones humanas modernas (que sólo se han acelerado desde la vuelta del siglo) han asegurado que la población frágil del lince se haya mantenido sin capacidad de recuperación después de la erradicación de su fuente de comida principal. Infraestructuras como carreteras, presas y ferrocarriles han fragmentado el hábitat del lince, prohibiendo cualquier comportamiento reproductivo entre poblaciones separadas por tales obstrucciones. Estos grupos aislados tienen un acervo genético pequeño, y como resultado, se vuelven increíblemente endogámicos. Esto impacta en gran medida a la viabilidad genética de la especie en su conjunto, (algo que se discutirá en profundidad más adelante). Se cree que entre 1960 y 1990, el lince ibérico sufrió una pérdida del 80% de su hábitat debido a la industrialización. Se puede imaginar el impacto que esta pérdida de hábitat ha tenido en la posibilidad de recuperación de la especie.

Desafortunadamente, esta especie ha tenido una historia de ser considerada como un trofeo de caza atractivo, y al mismo tiempo como una alimaña. A pesar de los esfuerzos por protegerla de la caza, siguen siendo víctimas frecuentes de la caza furtiva, o se convierten en daño colateral cuando se capturan en trampas colocadas para otras especies cazadas. Entre 1978 y 1988 se evidenció la muerte de al menos 356 linces en España como resultado de todo esto.

En respuesta a la casi total extinción de esta especie hermosa, los gobiernos de España y Portugal, junto con los gobiernos regionales de Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha, implementaron un programa de cría “ex-situ” en cautividad. Hay cuatro centros donde se realiza este programa de cría: El Centro Nacional de Silves en Portugal, El Acebuche del Parque Nacional en Doñana (Andalucía), Zarza de Granadilla en Cáceres (Extremadura), y el Zoo de Jerez, en Jerez de la Frontera, Andalucía.

Un nuevo ciclo de cría empieza al comienzo de cada año, con la creación de “parejas reproductoras”. Las hembras que conciben con éxito luego dan a luz a una camada entre marzo y abril. El tamaño promedio de la camada es de 3 cachorros. Los cachorros dejan sus cubiles cuando tienen entre 8 y 23 meses. Cada año, el 90% de los especímenes nacidos durante el año anterior (siempre que se consideren suficientemente maduros) se liberan a la naturaleza – los demás se convierten en parte del programa de cría.

Cada ciclo anual, se enfrenta a muchos desafíos. Dentro de la población encontrada en marzo de 2005, sólo 25 de ellos eran hembras reproductoras maduras. Por lo tanto, las mismas hembras deben ser embarazadas en cada ciclo (al menos hasta que las más jóvenes maduren). Algunos individuos mayores abortan a sus cachorros frecuentemente, mientras los que son criadores de primera vez, que acaban de alcanzar la madurez, presentan problemas en su embarazo o lactancia, o no pueden concebir una camada en absoluto. Otros se quitan del programa de cría totalmente, ya que sufren piometra.

Los centros de cría también han intentado la inseminación artificial varias veces, pero en vano. Incluso cuando nacen las camadas, un porcentaje significativo de los cachorros no sobrevive al destete: en 2019, el 30% de los cachorros del ciclo fallecieron durante esta etapa.

Además, el lanzamiento del lince conlleva muchos retos. El lince ibérico necesita al menos 600 hectáreas de bosque mediterráneo para desarrollarse normalmente. Cuando dejan el nido por primera vez, se mueven casi 50 kilómetros para explorar, luego vuelven a su punto de partida original y, a continuación, salen de nuevo para explorar otra zona. Con la pérdida de su hábitat en la medida en que hemos visto, esto se hace difícil: los cachorros son víctimas de accidentes de tráfico o caza furtiva con frecuencia. Un ejemplo notable de tal devastación se vio en 2019, cuando un lince llamado Nenufar, una de las hembras más exitosas del programa, dio a luz a una camada bastante grande de 4 cachorros. Desafortunadamente, antes de que el año terminara, ella y sus cachorros murieron víctimas de cazadores furtivos.

También se sabe que estos programas de cría están infradotados por el gobierno. El programa ha puesto alrededor de 20 de sus linces ibéricos en zoos diferentes con el objetivo de educar al público sobre la importancia del programa de conservación junto con el fomento de más apoyo financiero. Sin embargo, debido al coronavirus, los zoos han estado cerrados y el déficit financiero del programa ya no es una prioridad del gobierno. Por si eso fuera poco, los centros han estado bajo presión debido a incendios cerca del Parque Nacional de Doñana en 2017 y cerca del Centro Nacional Portugués en 2018. Aunque ningún lince fue herido, las autoridades tuvieron que evacuar los centros, causando disturbios en el ciclo de cría.

Los esfuerzos conjuntos realizados por los centros de cría en España y Portugal han aumentado, a pesar de una multitud de retos, la población del lince en España y lo han rescatado del borde de la extinción. El censo de 2012 mostró un total de 300 linces. El de 2014 – 327 linces. En 2015 se contaron 404 linces (y al mismo tiempo la UICN rebajó el lince ibérico de “en peligro crítico” a “en peligro”). El número sigue aumentando constantemente; en 2017, había un total de 600 individuos. Paralelamente, se están realizando esfuerzos para recuperar los territorios perdidos del lince en España y Portugal. ¿Seguramente el futuro del lince está a salvo, no?

Hemos considerado las dificultades logísticas implicadas en la expansión de la población del lince y en el programa de cría, pero aún no hemos examinado la viabilidad genética de la población en crecimiento. La mayoría de la gente miraría los resultados prometedores y daría un suspiro de alivio: la población del lince parece segura. Sin embargo, de hecho, el futuro de esta especie permanece en gran peligro.

Dentro de cualquier especie, hay variación genética.  Es decir, cada individuo tiene un genoma diferente como resultado de la reproducción sexual.  Dos individuos de esta especie se reproducen y la descendencia tiene una mezcla aleatoria de los genes que poseen sus padres. La diversidad genética en la descendencia también se puede obtener a través de mutaciones que se producen en el ADN. Las mutaciones ocurren aleatoriamente y tardan miles de años en acumularse o cambiar una especie significativamente. La variación genética es la materia prima para la evolución.  Algunos genes proporcionan una ventaja selectiva sobre otros cuando una población es sometida a cierta presión selectiva. Por ejemplo, si una especie está expuesta a una nueva enfermedad, los individuos que poseen los genes que les permiten sobrevivir a la enfermedad serán “seleccionados” sobre los demás. Ellos sobrevivirán y los otros perecerán.

No obstante, con las especies en peligro de extinción, no es tan sencillo. El lince ibérico alcanzó una población menor de 150 individuos en el medio silvestre, que se distribuyeron entre dos poblaciones reproductoras aisladas. Estas dos poblaciones se volvieron muy endogámicas; el mismo puñado de linces compartía los mismos genes generación tras generación. Si se extrapola, se puede ver que, ya que todos son los descendientes de los 150 linces originales encontrados en Doñana y Andújar, los 600 linces que vemos hoy, tienen genomas muy similares (han procedido de un acervo de genes muy limitado). Esto hace que todos estos 600 linces sean aún muy vulnerables a la extinción.

Pongamos por caso que esta población fuera expuesta a la misma enfermedad que se describió anteriormente. Es mucho menos probable que la variación genética correcta esté presente dentro de la población para permitir que algunos de los individuos superen a la presión selectiva. Por lo tanto, el punto principal de esta discusión es que, incluso si la población de una especie en peligro aumenta de nuevo en su número, los niveles de variación genética que posee no aumentarán a la misma velocidad. La variación genética sólo puede restaurarse a través de la acumulación de mutaciones en el genoma del lince a lo largo de muchas, muchas generaciones. Esto llevará muchísimo tiempo.

Por lo tanto, está claro que salvar a una especie en peligro de extinción no es tan fácil como uno podría suponer. Entonces, ¿qué se puede hacer?

Los científicos ya están desarrollando cuidadosamente el programa de cría para cultivar y preservar la variabilidad genética en la medida que sea posible. La respuesta social y gubernamental a este programa también es muy importante cuando se considera el progreso de esta especie. Por ejemplo, no importa cuantos cachorros sobrevivan al destete si su probabilidad de supervivencia está comprometida por la caza y disminución del hábitat.

Actualmente, hay muy poca legislación y poco apoyo del gobierno para prevenir las muertes de linces a través de estos medios. Además, especialmente ahora que el lince ibérico ha sido degradado a la lista UICN “en peligro de extinción” en lugar de “en peligro crítico”, es posible que disminuya el interés público por su conservación. Los científicos y los gobiernos deberían iniciar más campañas para subrayar la importancia vital de mantener la diversidad genética de la especie, y los gobiernos deberían introducir una legislación para protegerla mejor mientras crece lentamente. Sin esto, creo que el lince estará perpetuamente en alto riesgo de extinción.

Victoria Reid es ganadora del VIII Premio al Mejor Estudiante de Español 2021 del Reino Unido.