Fran Compán, BAS editor
Cada vez son menos los que consideran el español como una lengua extranjera en los Estados Unidos, y muchos de los que se niegan a convivir con esta realidad pululan ideológicamente en el entorno del actual presidente compartiendo su ceguera crónica. La presencia histórica del español en América del Norte es anterior a la del inglés en un siglo más o menos, y comenzó con el primer asentamiento español en la Florida que vino de la mano de Juan Ponce de León a principios del siglo XVI. Una rápida exploración del mapa de los Estados Unidos revela nombres de estados muy hispanos como Colorado, Florida, Montana o Nevada, y también de ciudades como San Diego, Santa Mónica, Los Ángeles o San Francisco.
Los más interesados en la historia del país se habrán percatado de que los primeros registros y textos sobre el actual territorio estadounidense fueron escritos en español, y no en inglés, por Álvar Núñez Cabeza de Vaca y Gaspar Pérez de Villagrá en los siglos XVI y XVII.
En la actualidad, los Estados Unidos es el segundo país del mundo con mayor número de hablantes de español solamente por detrás de México. Los cerca de 60 millones de hablantes hispanos se distribuyen a lo largo y ancho del país, yendo mucho más allá de los estados del sur. Ciudades tan al norte como Chicago y Nueva York, con casi un 30% de población hispana, albergan grandes núcleos de hispanohablantes, e incluso tienen dos de las tres sedes del prestigioso Instituto Cervantes en el país (la tercera está en Albuquerque, Nuevo México).
Como quizá se pueda esperar, California y Texas, son los estados con mayor población hispanohablante, pero la ciudad más hispana de todo Estados Unidos puede que se encuentre en Florida, lo que tampoco debería sorprender a muchos. En Hialeah, ciudad ubicada en el condado de Miami-Dade, el 96% de la población habla español como lengua materna, y es en su mayoría de origen cubano, lo que es tendencia en Miami.
Un caso muy peculiar es el de la ciudad de Guymon, en Oklahoma, una minúscula población de poco más de 10.000 habitantes en medio de ninguna parte, revivida por la inmigración mexicana que constituye el 60% de su población, y que ha devuelto la esperanza a la comunidad local. Y es que Guymon se ha beneficiado de los puestos de trabajo creados por inmigrantes de origen mexicano cuyos negocios dan empleo a trabajadores de una gran variedad de orígenes y culturas, convirtiendo a esta pequeña población en un ejemplo de mestizaje.
Por supuesto, más notoria es la existencia de enclaves específicos ocupados por comunidades diferenciadas de acuerdo con su origen: mexicanoamericanos, dominicanos, puertorriqueños, colombianos o cubanos, entre otros. Podría considerarse que grandes zonas de California, Texas, Nuevo México o Miami, así como barrios enteros de Washington, Chicago, Nueva York y otras ciudades son provincias o comarcas delimitadas por fronteras permeables, que forman parte de una comunidad panhispana estadounidense.
Lingüísticamente hablando, el español que se habla en Norteamérica es tan diverso como su población, y con el paso de los años ha emergido una hibridación conocida como espanglish. Este término fue originalmente utilizado por el periodista y poeta puertorriqueño Salvador Tió en los años cuarenta para referirse a la lengua híbrida hablada por los mexicanoamericanos, en particular en el sur de California, pero también por otras comunidades hispanas en Nueva York, Miami y Texas.
Además, también puede oírse en Panamá y Puerto Rico, pero, dependiendo de la comunidad en cuestión, las diferencias de un espanglish a otro pueden ser sustanciales. Se cree que hay unos 40 millones de hablantes de espanglish en el mundo, casi tantos como la población de España, que hablan una variedad de subtipos como el Dominicanish (mezcla de español de la República Dominicana e inglés), Cubonix (español cubano e inglés) y el más famoso Tex Mex (español mexicano combinado con inglés), y que pueden ser difíciles de comprender para hablantes nativos de español o inglés.
El resultado de este mestizaje lingüístico es variopinto. En ocasiones, nos encontramos con ejemplos del uso de verbos en inglés con terminaciones en español, como, por ejemplo, parquear en lugar de estacionar/aparcar, o rentar en vez de alquilar. Casos más crípticos como traducciones literales de ciertas expresiones como llamar para atrás (“to call back”) en lugar de devolver la llamada, serían ininteligibles para el hablante nativo de español, pero se han convertido en la norma.
No fue por casualidad que la Real Academia de la Lengua Española incorporase el término “espanglish” a la edición de 2014 de su manual, reflejando no sólo el cambio de los tiempos, sino de la presión ejercida por la Academia Norteamericana de la Lengua Española.
Pero no todos los hablantes de español en Estados Unidos tienen origen estrictamente americano. En el estado de Luisiana, existen todavía comunidades de hispanoparlantes, descendientes de unos 2000 canarios que emigraron a esas tierras a finales del siglo XVIII. La comunidad más destacada de Isleños, como se autodenominan, está en San Bernardo y preserva el uso de un dialecto (quizá deberíamos decir lengua) de una enorme riqueza lingüística fruto de la influencia de la inmigración a la zona de gentes de la España rural peninsular y de otras partes del mundo hispano, así como de la existente población francófona de Luisiana.
No hay duda de que el español está ganando peso globalmente, y eso se debe en buena medida a la influencia de los Estados Unidos como país cada vez más bilingüe. En Norteamérica, la riqueza del mestizaje cultural ha trascendido ya ideologías y clases sociales, y cada vez son más frecuentes los eventos en los que se celebra. La actuación de Shakira y JLo en el intermedio de la Super Bowl fue tan breve como impactante, al convertir un evento icónico con una audiencia de 100 millones de espectadores en una celebración de la diversidad cultural americana con mensaje político incluido.