BAS editor Francisco Compán

Dirigida por Icíar Bollaín y con guión de Paul Laverty, También la lluvia se ha convertido en un icono cinematográfico que trasciende fronteras y culturas por la universalidad de sus temas centrales.
Este fascinante y complejo guión entreteje las complejidades de la representación histórica con la explotación en el cine, mientras se pone en paralelo la conquista de las Américas con la realidad moderna de Bolivia, un país con una inmensa riqueza en recursos naturales pero con índices de pobreza elevados.
La película sigue a un equipo de cineastas liderado por Sebastián, que llega a Bolivia para filmar una película sobre la expedición de Cristóbal Colón en 1492 y la resistencia indígena. A lo largo de la narrativa emerge un vínculo entre las luchas históricas de los taínos y las protestas de los bolivianos contra la privatización del agua en Cochabamba en el año 2000.

Bollaín rinde homenaje al legado de Fray Bartolomé de las Casas a través del personaje de Sebastián, encarnado por el camaleónico Gabriel García Bernal. Sebastián está profundamente influenciado por los escritos y el activismo de Fray Bartolomé, fraile dominico que luchó por los derechos de los indígenas durante el periodo colonial español. Actúa de contrapeso moral frente a la falta de escrúpulos iniciales de Costa que, al igual que los colonizadores españoles de antaño, no muestra remordimientos en explotar a los indígenas.
La película hace también referencia a los sermones de otro fraile dominico, Antonio de Montesinos, que en 1511 denunció los abusos cometidos contra los pueblos indígenas en la isla de La Española, ahora Haití y República Dominicana. Estas denuncias iniciaron un debate en la Corona española sobre el trato a los indígenas, destacando la importancia de la iglesia en la discusión sobre la justicia y moralidad de las acciones imperiales.

En También la lluvia, Sebastián intenta recrear fielmente este activismo religioso. Uno de los momentos más importantes en su guión es la escena en la que Montesinos pronuncia su sermón en defensa de los indígenas, con Fray Bartolomé escuchando atentamente. La escena muestra la conexión entre ambos frailes, estableciendo su importancia en la historia de la conquista. Sin embargo, la película también introduce una yuxtaposición interesante; mientras se filma el sermón, dos trabajadores indígenas observan la escena desde el fondo, invisibles para los cineastas. Esta invisibilidad resalta la continua exclusión de los pueblos indígenas, tanto en la historia colonial como en el presente.
Sebastián desea plasmar la resistencia indígena a través de la figura de Atuey, un líder taíno que luchó contra los conquistadores españoles. Para este papel, contrata a Daniel, un indígena local que, por casualidad, lidera protestas contra la privatización del agua en Cochabamba. Daniel, como Atuey, aparece en pantalla vestido con atuendos tradicionales, proyectando una imagen noble que Sebastián considera auténtica. Sin embargo, fuera del set, Daniel se enfrenta a la realidad de la lucha moderna de su comunidad por el acceso al agua, creando así un paralelismo entre el pasado y el presente de Bolivia. Sebastián, obcecado en su visión artística de la historia, no reconoce las luchas contemporáneas de Daniel que resultan en su detención.

Para Sebastián, la película no puede completarse sin el espíritu de Atuey, pero al igual que sucede en la escena del sermón de Montesinos, la causa indígena, en este caso la lucha de Daniel por sobrevivir en su vida real, es invisible para el director. Esta desconexión entre la visión de Sebastián y la realidad de Daniel subraya la crítica de Bollaín sobre cómo las historias oficiales a menudo silencian o tergiversan las voces de los pueblos indígenas.
En la película de Sebastián, Cristóbal Colón es retratado como el villano; un hombre grosero y despiadado cuya llegada a las Américas resultó en la muerte de millones de indígenas y la introducción de la esclavitud. Sin embargo, la representación de Colón en También la lluvia, a través del personaje de Antón (Karra Elejalde), es mucho más compleja. Antón, un actor alcohólico y cínico, desempeña el papel de Colón en la película, pero su propio carácter sugiere una interpretación más matizada.

En una de las primeras escenas, Antón recita sus líneas, como Colón, de manera tan agresiva que incomoda a los demás actores y a los camareros indígenas que lo observan. Aunque se disculpa al final, la escena establece su carácter como alguien capaz de representar la avaricia y crueldad de Colón. Sin embargo, a medida que avanza la película, Antón se revela como un personaje más reflexivo e incluso provocador cuando no duda en señalar que incluso Fray Bartolomé tuvo esclavos, lo que provoca un debate agitado sobre la moralidad de las figuras históricas.
La evolución del personaje de Antón se hace esperar hasta el final de la película, cuando se queda solo con los indígenas detenidos durante las protestas por el agua y les ofrece su bebida, humanizando así a su personaje y forzando a la audiencia a reflexionar sobre el pasado colonial y un presente quizá no tan diferente. A través de Antón, Bollaín sugiere que las figuras históricas como Colón son a menudo más complejas de lo que la historia suele representar.
Por su parte, Costa, el productor de la película, también experimenta una evolución significativa. Al principio, se presenta como un hombre pragmático, más interesado en ahorrar dinero que en las luchas locales. Escoge Bolivia como lugar de rodaje porque su presupuesto le permite pagar solo dos dólares al día a los extras, la mayoría de los cuales son indígenas y dispuestos a aceptar un pago tan miserable.

A Costa no le importan la privatización del agua ni las protestas en Cochabamba, ni los derechos de los indígenas, siempre y cuando el rodaje de la película no se vea afectado. Sin embargo, su relación con Daniel comienza a cambiar a medida que la producción avanza. En una escena clave, Daniel le revela a Costa que entiende perfectamente el inglés y es consciente de las injusticias que enfrenta su comunidad. Esta revelación sorprende a Costa y lo obliga a reconsiderar sus propias suposiciones racistas.
El punto culminante del cambio de Costa llega cuando decide ayudar a Daniel a rescatar a su hija María Belén durante los disturbios en Cochabamba. Esta acción inesperada y peligrosa muestra que Costa ha desarrollado una conciencia sobre la lucha de los pueblos indígenas y su papel en llevar al mundo la historia de su explotación.

A través de personajes como Sebastián, Antón y Costa, También la lluvia ofrece una reflexión sobre cómo se narran y representan las historias de los pueblos indígenas, que como un guión de cine, son moldeadas por quien las escribe y vulnerables a sus prejuicios. Sebastián, aunque bien intencionado, está ciego a las realidades actuales de la explotación, mientras que Antón y Costa, a través de su evolución personal, sugieren una mayor conciencia de las continuidades entre el pasado colonial y el presente poscolonial.
De otra manera, Bollaín critica la industria del cine transnacional y su papel en la perpetuación de formas de explotación económica y cultural. Al mismo tiempo, destaca la resiliencia de los pueblos indígenas, quienes, como dice Daniel, siguen sobreviviendo a pesar de siglos de opresión. La película nos invita a cuestionar las historias que contamos y las historias que aún viven en la lucha diaria de comunidades marginadas.
