Joaquín Sabina: Hola y Adiós

Alicia Bedoya comparte la emoción viendo al cantautor maestro despedirse de sus devotos.

Sin portazo, ni signo de interrogación

Sí con aplausos, entusiasmo y devoción por parte de un público fiel y entregado, que respondía con coros y aplausos a un artista visiblemente conmovido por momentos, con la emoción de quien, supongo, toma conciencia de que no volverá a subirse a ese escenario, a recibir el calor de ese auditorio que canta sus canciones, conoce cada uno de los acordes, viste bombín y camisetas con sus versos. 

“Hola y adiós”, además de formar una parte impactante de la letra de su canción más emblemática 19 días y 500 noches, es el nombre de la gira de despedida con la que Joaquín Sabina está deleitando a su público, ese conglomerado extraño de gentes diversas en cuanto a edad, gustos, cultura y procedencia. Una heterogeneidad que posiblemente no represente a ningún otro artista, al menos en nuestro panorama nacional, y que hace que varias generaciones, de diferentes países y gustos musicales antagónicos, encuentren en Sabina un punto de sincronía, de coincidencia. 

Una gira que ha abarcado países de Europa, Latinoamérica y Estados Unidos, con fechas repetidas en la mayoría de las ciudades, destacando su Buenos Aires querido y allá donde se cruzan los caminos, su casa, Madrid (donde han ampliado fechas recientemente). Un tour intenso y extenso, como pretendiendo llegar a cada uno de los rincones donde su música ha marcado a diferentes generaciones, queriendo devolver al público el cariño que, a lo largo de su larga carrera, este le ha regalado.

Sin duda estas pretensiones podrían verse como una hábil estrategia para asegurarse cierta comodidad económica en su jubilación, de no ser por los nervios extremos que sufre antes de salir a cantar, ocasionados por el temor de defraudar a quienes han adquirido una entrada para ver su espectáculo. Un miedo escénico contado por él mismo en varias entrevistas de diferentes medios y brutalmente plasmado en la película documental “Sinténdolo Mucho”, de Fernando León de Aranoa.

En cualquier caso, una decisión que los “fans” agradecemos y festejamos, organizando nuestras agendas para poder hacernos con uno de esos “boletos”, con la oportunidad de escuchar al flaco una última vez antes de su despedida. En nuestro caso, gozando con un espectáculo el sábado 20 de septiembre de 2025 en A Coruña, ciudad donde tuvimos el placer de verlo en varias ocasiones, ninguna de las cuales, dicho sea de paso, resultó estar por debajo de nuestras altas expectativas.

Inevitablemente, en esta ocasión el recital estuvo marcado por cierto halo de melancolía. Un repertorio cuidadosamente elegido, con sus canciones más icónicas, que incluía también algunos temas menos habituales, aunque apropiados para esta celebración. Así, “Tan joven y tan viejo”, inusual en sus directos, aparece como un reflejo, nunca tan nítido, del momento vital del autor; “¿Quién me ha robado el mes de abril?” o “Calle Melancolía”, rescatadas de entre sus discos más antiguos, imprimieron la atmósfera de nostalgia, despejada a continuación por el optimismo de temas como “Más de 100 mentiras”, “Noches de boda” o la más reciente “Lágrimas de Mármol”. Contó, por supuesto, con el apoyo indiscutible de su banda, cuyos miembros, interpretando algunos temas, permitieron conceder un descanso al maestro. 

Gracias a esta esmerada organización, pudimos disfrutar de dos horas completas de “show”, sin minutos vacíos ni tiempo que perder.

Al salir del concierto, todavía emocionados, intercambiamos algunas opiniones sobre el artista, su vida y obra, y el porqué de su éxito.

Tratamos de rememorar cuándo descubrimos a Sabina y cómo se convirtió en nuestro artista favorito. Ninguno de nosotros fuimos capaces de determinar el tiempo ni el modo. Todos coincidíamos en que siempre había estado presente en nuestras vidas, desde niños, a través de las cintas de casete que escuchábamos en el coche de nuestros padres, de las canciones que sonaban en los bares o en la radio durante nuestra infancia y adolescencia. Resulta complicado, en ocasiones, concretar cómo los grandes referentes que uno tiene a lo largo de su vida han llegado a serlo, pues forman parte intrínseca de ella. Todavía más difícil sería encontrar a una sola persona hispanohablante que no sepa, de manera más o menos voluntaria, de memoria, alguno de sus versos. Tan impregnada de su esencia está nuestra cultura.

La peculiaridad de su público intergeneracional podría explicarse de este modo, aunque no es así suficiente. En nuestra infancia sonaban otros muchos casetes, otras bandas y artistas, por cuya trayectoria no nos hemos sentido interesados, continuase esta o no. Claro que Sabina nos ha permitido redescubrirlo, desde los tiempos de la niñez, en que repetíamos sus versos sin llegar a comprenderlos, hasta ahora, han ido cobrando significado a medida que íbamos creciendo. Por ello, quizá, somos nosotros ahora sus fans, y ya no necesariamente quienes entonces compraban sus discos.

Sabina con sus cocompositores – poeta Benjamín Prado (izq) y músico Leiva (centro)

Lo mismo debe de estar pasando con las generaciones más jóvenes. Es un hecho indiscutible que el público de sus conciertos une a personas maduras con jóvenes e incluso niños. Ampliar y diversificar su estilo musical acompañándose de músicos, poetas y cineastas con talento le ha permitido seguir creando obras de alta calidad, superando así el desgaste vocal y los periodos de mayor sequía creativa. 

En este sentido, si bien conserva entre su público muchos de aquellos que comparten con él generación, sería injusto obviar que cuenta también con un buen número de detractores. Sin duda consigue levantar pasiones encontradas, generando además controversia en torno a sus ideas políticas. Entre personas de ideología conservadora, es visto como alguien de izquierdas poco cauto a la hora de realizar declaraciones. Paradójicamente, entre la izquierda se ve como un artista convertido al conservadurismo tras un pasado progresista (un rojo de salón). También, escrutadas sus canciones desde una tendencia revisionista, ha recibido críticas por considerar machistas algunas de sus letras. Él, por su parte, ha sabido navegar jugando con la ironía y la ambigüedad en términos políticos, quién sabe si por razones comerciales. 

Después de todo, puede que la polémica que genera la caricatura del personaje represente una parte de su incuestionable éxito.

Ciertamente, como tantos grandes iconos, a través de sus letras ha construido un personaje muy identificable que terminó eclipsando a la persona, mezclando sus vivencias con las historias contadas sus canciones, impidiendo distinguir la realidad de la leyenda. De ahí que ahora decida negarlo todo, incluso la verdad.

Dejando al margen los aspectos más personales, es posible que, una vez retirado del mundo artístico, el legado de Joaquín Sabina permanezca inalterable, aunque no salga ya su jeta en los diarios

Solo desde una óptica histórica se puede afirmar si la obra de un artista ha perdurado o no en el tiempo y ahora aún es algo pronto para comprobarlo. De momento, los novios siguen bailando noches de boda y la orquesta todavía sabe la canción que escribió. Sea como fuere el destino de estas canciones, no olvidaremos guardar un último vals.

Un placer y una fortuna haber asistido a este último concierto.

Tan joven y tan viejo… like a rolling stone.

Bibliografía:

Hemos tomado prestados versos de:

Un último vals 

Lo niego todo

19 días y 500 noches

Pongamos que hablo de Madrid