BAS editor Alfredo Benito
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Dicen los gitanos que no quieren para sus hijos buenos principios. Y ya se sabe que la sabiduría popular se basa muchas veces en la experiencia. Además, en España se usa de manera frecuente esa frase que dice que las cosas no son como empiezan sino como acaban. Pues bien, la exitosa carrera de Rafael Nadal tiene un poco de ambos dichos, pero solo un poco.

Viajemos en el tiempo al 11 de septiembre de 2001. No, no es un error. La mañana de uno de los días tristemente más famosos de la Historia de la Humanidad, Nadal jugaba en un torneo Futures en Madrid su debut profesional ante el también español Guillermo Platel-Varas. A sus 15 años estaba a punto de conseguir su primera victoria y sus primeros puntos ATP. Pero el mallorquín dejó escapar 13 puntos de partido y obviamente la victoria. Si esa puede ser descrita como la definición de un mal inicio, tampoco se quedan lejos sus primeros “flirteos” con el torneo que le llevaría a la cima del tenis: Roland Garros. En 2002, todavía en edad junior, priorizó hacer sus exámenes del GCSE español, y los dos años siguientes, una fisura en el codo y una fractura en el tobillo no le permitieron ni siquiera jugar la ronda previa.
Sin embargo, todo iba a cambiar muy rápido. Sus primeros puntos ATP los logró solo una semana después de ese fatídico 11-S; su primera victoria en el circuito ATP, en su “casa”, en Mallorca, ese mismo 2001. En 2004 llegó por fin su primera final en Auckland y su primer trofeo ATP, ese mismo año, en la tierra batida del torneo polaco de Sopot, ganando a un argentino, una nacionalidad recurrente en sus primeros grandes éxitos.
En 2004, otro año marcado por el terrorismo, empieza en la opinión de muchos, y en la mía en particular, la ”leyenda” Nadal. Competición, la Copa Davis. Lugar, Sevilla. Este mítico torneo de selecciones había sido un dolor de muelas histórico para el tenis español, que un año sí y otro también tropezaba en la misma piedra. Todo cambió en el año 2000. Cierto, nuestro protagonista apenas tenía 14 primaveras, pero fue uno de los abanderados del equipo. Y de su mano cambió la suerte.

Entonces fue solo con la bandera en la mano y con sus ánimos desde la grada, pero 4 años después llegó su consagración. Especialmente para los españoles que solo se acercaban al tenis a través de la televisión. Las lesiones de Corretja y Costa, dos de nuestras estrellas, ponían las cosas muy difíciles sobre el papel. Especialmente porque en la final, a Estados Unidos la lideraba el número 2 del mundo, Andy Roddick.
Muchos no olvidaremos jamás la tarde-noche que nos regaló un jovende 18 años, con su inconfundible camiseta roja sin mangas y su cinta blanca en el pelo. Su carácter, su energía, su fortaleza mental y su espectacular “drive” se presentaron en sociedad, y su conexión con la grada quedó sellada como un pacto de amor eterno.
Tras esa victoria, Rafael Nadal ayudaría a conquistar otras 4 ensaladeras a España. Pero, sobre todo, tras aquella noche, muchos españoles se hicieron más que fans del tenis, “nadalistas” para el resto de sus días.

EL LEGADO DE NADAL
Cuando le llega la hora del adiós a un deportista profesional de élite, como le pasó a Rafael Nadal el pasado 19 de noviembre, se acumulan los epítetos, las loas, los datos, y en especial, si hablamos de uno de los grandes como es el caso, su legado.
Carlos Sánchez Blas es un periodista deportivo madrileño con una amplia experiencia en medios como DAZN, Marca, Onda Madrid, etc…Para él no hay duda alguna, más allá de los títulos, la huella única e intangible que deja Nadal “es laemoción. Un tipo capaz de emocionar a quien se ponía delante de la televisión o iba a la pista a verle jugar, y sobre todo a gente que no era fanática del tenis”. Obviamente no deja de valorar su legado tangible – “títulos, grand slams, continuidad, éxito alargado en el tiempo, ganar durante mucho tiempo y después de recuperarse de lesiones muy graves”.
Precisamente las lesiones fueron la gran cruz del tenista de Manacor. Su estilo de juego agresivo quizás provocó que llevara su físico en demasiadas ocasiones hasta el límite. En total, 24 lesiones a lo largo de su carrera que en la práctica supusieron más de mil cien días sin poder competir – unos 3 años si los colocáramos todos seguidos-. Nunca sabremos hasta dónde podría haber llegado Nadal si su cuerpo no hubiera estado tan castigado.
Probablemente, la parte de su cuerpo más “sana”, la cabeza, es la que Óscar Rincón, periodista deportivo de La Sexta TV, especializado en tenis, prefiere destacar como una de sus grandes cualidades: “lo que más me impresionó siempre de Nadal era su capacidad para centrarse, únicamente, en el siguiente punto. Daba igual que viniera de un golpe fantástico o de un error. Era capaz de resetear su mente, ponerla en blanco y volver a empezar de cero en el siguiente punto. No ha habido nadie como él en este sentido”
Y es que, sin ser probablemente el tenista más talentoso de su generación, esa mentalidad de acero fue capaz de equilibrar su teórica desventaja. Que se lo digan por ejemplo a su gran rival y amigo, Roger Federer. Sus duelos forman parte de lahistoria del tenis y del deporte. Será difícil volver a disfrutar de una rivalidad así, repleta de momentos mágicos, épicos, dramáticos.

Nadal y Federer se enfrentaron en 40 ocasiones, incluidas nueve finales de Grand Slam. Una de ellas, la final de Wimbledon de 2008, es casi por unanimidad el mejor partido de la historia del tenis mundial. Tras 4 horas y 48 minutos de batalla, el español fue capaz de derrotar al suizo en su pista talismán. Y si buena fue la rivalidad deportiva, lo mejor sin duda, su amistad y respeto dentro y fuera de la cancha.
Los valores del deporte son según Oscar Rincón, el otro gran legado de Nadal, “nunca se le ha visto tirar una raqueta al suelo. Viendo lo que ocurre hoy en día, es algo a lo que le doy incluso más valor. Nadal nunca buscaba excusas, ni raquetas, ni zapatillas,ni el viento, ni la mala suerte… aceptaba lo que venía y se centraba en el siguiente punto”.
EL MEJOR DEPORTISTA ESPAÑOL DE LA HISTORIA

Aunque ya era un debate abierto antes de su retirada, el adiós de Rafel Nadal abrió en canal la respuesta a la gran pregunta: ¿estamos ante el adiós del mejor deportista español jamás visto? Si a las decenas de encuestas publicadas en los medios se les diera crédito alguno, apenas habría debate. La gran mayoría de españoles votan por el tenista mallorquín.
Nuestros periodistas también se “mojan”. Para Carlos Sánchez Blas, aun siendo una cuestión difícil de calibrar, lo tiene claro: “seguramente hay deportistas tan importantes como él en esfuerzo y en títulos, pero en deportes no tan mediáticos. Y quizás haya otros como Pau Gasol que se acercan a los logros de Nadal. Pero si tengo que mojarme, diría que sí”.
Por su parte, Óscar Rincón, amante y practicante del tenis, lo lleva también al terreno personal: “sin discusión, diría que ha sido el más carismático. Esa primera imagen suya: con el pelo largo, camiseta sin mangas y pantalones piratas fue aire fresco para el tenis. Imagen rompedora, celebración de puntos con pasión, pero siempre con respeto. En eso ha sido inigualable. Luego, ya, a nivel personal, te diría que es el deportista al que más he admirado. Me ha hecho pasar tan buenos ratos… esos domingos por la tarde en los que jugaba con él, daba cada golpe con él, corría cada carrera junto a él, los llevaré siempre en el corazón”.

No es fácil decir adiós a una leyenda. Y mucho menos para el propio protagonista. Pero en el caso de Rafael Nadal, los capítulos finales del guión de su vida profesional han estado muy bien medidos. Empezando por su estelar aparición en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024. Ni en sus mejores sueños hubiera pensado ser uno de los relevistas en el recorrido final de la antorcha, recibida además de manos de su ídolo Zinedine Zidane – Nadal siempre ha sido un madridista confeso. Pero París, la ciudad que le vio triunfar hasta 14 veces sobre la tierra batida de Roland Garros, no podía olvidar a su maestro.
Su último partido, el 19 de noviembre en Málaga, en “su” Copa Davis y ante un tenista holandés de nombre impronunciable -Van de Zandschulp- será recordado por las lágrimas de emoción de miles de aficionados en las gradas y por la ovación más emotiva que se recuerde en una pista de tenis.
“Me voy con la tranquilidad de que he dejado un legado deportivo y personal, porque entiendo que el cariño que recibo alrededor del mundo, si fuera solo por lo que he hecho en la pista, no sería el mismo“, dijo Nadal a pie de pista. Y yo no puedo estar más de acuerdo con ello. Gracias por todo, Rafa.

