Cernuda: cuando los genios literarios dan clase de español

Juan Fernando Martín Albalat

Cuando alguien decide dedicar su vida a ser profesor de español en el extranjero, se topa con que algunos de los más ilustrados maestros de la literatura fueron, en efecto, docentes en el pasado. Ya sea porque fueron lectorados en universidades de prestigio, profesores en colegios, o, simplemente, tuvieron la idea de enseñar español en sus ratos libres. En mi más humilde experiencia como profesional, me enorgullece pertenecer al mismo plantel que, hace ya muchos años, genios indiscutibles de la literatura hispana como Mario Vargas Llosa, Javier Marías o Federico García Lorca forman parte.

Uno de los más emocionantes reencuentros que uno tiene como profesor de español al emigrar a Inglaterra es cruzarse con los fantasmas y antiguos genios que dejaron una vez la península ibérica y vinieron a Reino Unido a convertirse en transmisores de cultura y lenguaje, de costumbres y de pasión por las letras.

Hoy, el escritor que nos ocupa no es otro que Luis Cernuda, miembro de la archiconocida Generación del 27.

Sevillano de nacimiento, Luis decidió mudarse a Madrid con la intención de estudiar Derecho en la universidad durante la dictadura de Primo de Rivera, aunque la vida le llevó por derroteros más relacionados al mundo de la poesía, por la que hoy en día él es mundialmente reconocido y admirado. Desde entonces, el poeta se dedicó a escribir y a juntarse con la élite artística más destacada del siglo de plata español: Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Concha Albornoz, entre otros.

Pero al río de la democracia se le puso en medio una guerra fratricida, vertiendo sangre envenenada en la sociedad española. Cernuda se vio obligado a exiliarse al Reino Unido. Al principio, solo se cuenta que se mudó a Inglaterra en febrero de 1938 gracias a unas conferencias en Londres, organizadas por el poeta Stanley Richardson. Tras estos simposios, Luis Cernuda trató de regresar a España sin éxito, por lo que optó por quedarse en Albión para garantizar su supervivencia.

Cernuda opta por quedarse en Oxfordshire, el condado al que pertenece la ciudad de Oxford y, evidentemente, la universidad, siendo profesor particular de varios niños vascos exiliados durante la guerra Civil, un grupo del archiconocido caso de ‘The Niños’, aunque el primer gran paso en su carrera profesional como profesor de español vendría no mucho después.

En septiembre de 1938 el poeta consigue acceder al internado Cranleigh School, en la localidad de Cranleigh, Surrey, gracias a su amigo Stanley Richardson. Empezó su andadura en el mundo de la educación reglada en Inglaterra como Auxiliar de Conversación de Lengua Española. Como docente, no dejó un gran legado ni mucho material fotográfico. En su tiempo en esta maravillosa zona cercana a las colinas de Surrey, dedica gran parte del tiempo libre (que permiten los internados) a leer los clásicos ingleses – Shakespeare, Marlowe, los poetas metafísicos, TS Eliot – y al poeta griego Kavafis. Mucho se desconoce de su época en Cranleigh School, ya que el escritor encontró un nuevo trabajo en enero de 1939, cuando se le asignó un puesto de trabajo como lector de español en la Universidad de Glasgow, Escocia.

Después de la dedicación al puesto de lectorado de español en Glasgow, ciudad a la que el artista le dedicó unos versos al pueblo de Glasgow en Aquella gente práctica y tacaña, cambia una vez más de vuelta a Inglaterra en el año 1943. Él decide ponerse en marcha y buscar un puesto de trabajar como lectorado en la Universidad de Cambridge. Allí sigue extendiendo su pasión por la literatura y termina su libro Como quien espera el alba.

Tras este periplo, Cernuda decidió abandonar Inglaterra y el mundo británico, pone fin a su estancia en la isla de Gran Bretaña en 1947 y decide marcharse a Estados Unidos a trabajar de profesor en un colegio para niñas. Cuatro años después, pondría rumbo a lugares hispanos, hastiado de la vida en contextos en los que solo hablaba en inglés, y decide emigrar a  México en 1952.

Entre todos sus desplazamientos por el hemisferio occidental, su vocación pedagógica se mantuvo firme, prestándole una estabilidad psicológica y una ecuanimidad a pesar de las dificultades de ser poeta en el exilio.  Se dedicó toda su vida al mundo de la docencia, en Inglaterra, Escocia, México y Estados Unidos, a donde regresó en varias ocasiones a ser lector y a dar cursos en universidades como UCLA.

Para mí, ya que tengo el honor y el privilegio de estar en el colegio de Cranleigh, me enorgullece seguir los pasos de Cernuda, un maestro de la literatura contemporánea y del Siglo de la Plata de la poesía española. No solo eso, sino que también quiero que, en mi estancia en este colegio, se funde el Torneo de Poesía Cernuda (Cernuda’s Verse Speaking Competition). Sería parte del orgullo de un colegio que guarda sus archivos y su memoria, y el Departamento de Lenguas Modernas podrá sacar pecho gracias a un antiguo poeta que una vez trabajó aquí.

Aquí ofrecemos un poema de Cernuda que se relaciona con los temas de desplazamiento y exilio que abundan en este número del Bulletin:

Peregrino

¿Volver? Vuelva el que tenga,

Tras largos años, tras un largo viaje,

Cansancio del camino y la codicia

De su tierra, su casa, sus amigos,

Del amor que al regreso fiel le espere.

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,

Sino seguir libre adelante,

Disponible por siempre, mozo  o viejo,

Sin hijo que te busque, como a Ulises,

Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,

Fiel hasta el fin del camino y tu vida,

No eches de menos un destino más fácil,

Tus pies sobre la tierra antes no hollada,

Tus ojos frente a lo antes nunca visto.